La pintura de paisaje en acuarela se convirtió en un arte con mucho valor a partir del siglo XVIII. Durante este siglo y los posteriores vemos los mayores exponentes en este campo. Descubrí la acuarela cuando era pequeña pero no fue la técnica que más me gustó. A partir de ahí he pasado por el óleo, carboncillo y acrílico. En un viaje a Barcelona me compré el libro ACUARELA PARA URBAN SKETCHERS de Felix Scheinberger. Hasta el momento no le conocía y comencé practicando con su libro. Me lo leí cientos de veces, se trata de un libro similar a un manual práctico para introducirse en el mundo de la acuarela. Repasa técnicas principales como el aguado o el glaseado como breves ejercicios, trata temas del color, materiales, herramientas.
A partir de este libro entendí las maravillas de la acuarela como una técnica muy expresiva. Mientras que parece que limita, nos abre un mundo a la experimentación. Fue así como comencé a hacer retratos en acuarela. Poco a poco fui cogiendo mano. Partiendo de una base a lápiz y después metiendo el color sin mucho pensamiento y de una. Se consiguen retratos muy sueltos pero menos realistas ya que en una sola capa tienes que resolver todos los detalles.
En 2018 estuve una temporada viviendo en Suiza y descubrí a artistas diversos. Comencé a hacer dibujos al desnudo en unos cursos presenciales y en invierno decidí probar cursos online. A partir de la plataforma de Domestika conocí a la artista NARANJALIDAD y realicé un par de cursos suyos.
Trabajé la técnica del retrato a partir de capas: lápiz, azul para las sombras, rojo para el color general y detalles en lápices. Entre capa y capa colgaba las acuarelas y las dejaba secar lentamente. Se obtienen resultados completamente distintos, quizá más rígidos y realistas.
Ambas formas de abordar un retrato son maravillosas y a día de hoy no me decanto por ninguna en concreto. Analizo el encargo, la imagen y decido cuál es la mejor técnica para llevarlo a cabo.
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